¡Una voz clama en el desierto!

¡Una voz clama en el desierto!

Por aquellos días, Juan el Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”». Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión.Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».

Mt 3, 1-12.

Ante las dificultades de cada día, los afanes de nuestra vida, las adversidades de un mundo claramente al revés, en el que la soledad está a la orden del dia dentro de un auténtico desierto camuflado de ruidos, luces y guirnaldas… ¡Una voz se oye! Cuando pensamos que ya todo está dicho y parece escaparse la esperanza tras un silencio aparente de Dios… ¡Sigue resonando una voz que invita a mirar el horizonte!Hay voces alegres que siguen gritando en medio de las duras batallas. Basta con afinar el oído y darnos a nosotros mismos la oportunidad renovada de cambiar la mirada, volver a confiar, dar crédito a la fidelidad de un Dios que, aunque parecería escondido, se abaja a nuestra humanidad, con nuestras luchas y miserias. 
La voz de Isaías, la voz de Juan el Bautista… las voces de tantos, de ayer y de hoy, nos advierten la Buena Noticia de que el Reino de Dios sigue estando cerca. No acallarlas y atender a sus gritos es hoy parte de ese cambio que el mundo (todos y cada uno) necesita para creer más, esperar más y amar mejor. Algunas de estas voces son personas de nuestro entorno que en sus palabras y gestos ponen el corazón en todo y miran la vida con alegría y optimismo. Otras voces las encontramos en los acontecimientos y buenas noticias que, aunque pocas, nos ofrecen motivos para seguir esperando. Incluso hay voces alojadas en nuestro interior, que dicen a gritos lo que incluso nosotros mismos buscamos callar: “eres la niña de los ojos de Dios”, “tú vales más que los pájaros del cielo y los lirios del campo”, “Dios tiene un plan nuevo y grande para ti”. ¿Qué hago yo en lo particular con esas voces de esperanza? ¿Qué hacemos nosotros, comunidad creyente, para que esas voces de profecía tomen la fuerza movilizadora que necesitamos para convertirnos? 
Hoy, segundo domingo de Adviento, el Señor nos llama en la voz del Bautista a volver a recobrar la ilusión por la vida, a renovar en nosotros la esperanza convirtiéndonos, cambiando lo que ya es viejo, caduco y autodestructivo, y lanzándonos a una aventura nueva, a un nuevo comienzo con horizontes renovados. Cada día cuenta para Dios, cada día es una oportunidad para reencontrarnos con nosotros mismos y con Él, porque podrán pasar todas las cosas de la vida, pero lo que nunca pasará es la presencia amorosa de un Dios fiel y firme que sale a nuestro encuentro. ¿Qué tal si le hacemos sitio? 
Feliz domingo 
P. Samuel 

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