¡Irreprochables por el Amor!

¡Irreprochables por el Amor!

Me encanta cuando, en nombre de Dios, bautizo a los niños, sobre todo aquellos más pequeños, de apenas pocos meses. Dentro de la liturgia bautismal el ministro llama por su nombre al bautizando para, en nombre de la Iglesia, darle la bienvenida. Las caras de los niños al ser llamados son todo un monumento: rostros curiosos, rabiosos, llorones, contentos, inquietos… pero siempre buscan con la mirada a quien les llama. 
La experiencia de la comunidad creyente, desde siempre, es una experiencia personal que atraviesa el corazón, que nos da la vida, que nos enternece y cura. La experiencia de sentirnos movidos por el Padre, amados locamente, buscados, conquistados… es una experiencia única y personal, como personal y único es nuestro nombre, como únicos somos, hijos de Dios. 
Amados, llamados a “estar con Él”, aprender como discípulos a escuchar sus latidos, sus gritos y dolores de puro y desmedido amor, por cada uno de nosotros, por todos, por toda la creación. Llamados a disfrutar de su compañía y presencia, a enternecernos, de vez en vez, con cada perdón, con cada comunión, con cada gesto de amor ofrecido y recibido, con cada superación de diferencias, con cada sanación interior. ¡Disfrutar de Dios! Sólo en esa medida podremos dar un paso más: “anunciar el Reino”
Solamente se anuncia lo que se ha visto, oído y vivido, no hay más, aunque nos empeñemos en teorizar e intelectualizar el encuentro descorazonándolo, desencarnándolo, desazonándolo. Nos encanta pasar de lo sencillo y práctico a lo insípido y, en el trayecto, nos despresdemos del fuego entrañable de la llamada: estar con Él y anunciar su Amor a todos.
Dicho en el himno cristológico atribuido a Pablo: ser “irreprochables, ante Él, por el Amor”. Embarrados con la realidad, pero limpios; perspicaces y astutos, pero humildes; valientes y aguerridos, pero confiados y desprendidos; con la verdad delante, pero dicha con y desde el amor entrañable y compasivo. Sólo quien vive con Él puede anunciarlo. Sólo quien es encontrado con una mirada de amor puede corresponder con mirada agradecida. Ya podemos hacer muchos doctorados e ir a la vanguardia en estrategias y marketing pastoral… pero si no hemos aprendido a estar con el Señor, si no lo hacemos todo desde Él, con Él, en Él… ¡nada somos, de nada nos vale! Ya seas cura, monja, fraile, viudo, catequista, con familia numerosa, pobre o extranjero… todos somos llamados a vivir en el Amor, y sólo se anuncia el amor que ha sido experimentado antes. Lo demás, son palabras vacías, sermones moralistas, discursos prepotentes, vínculos superficiales y desiguales, intolerancias, ideologías y sesgo; actividades que distraen, iniciativas bienintencionadas pero huecas y reuniones que aglomeran adeptos, no lugares de acogida y encuentro entre hermanos. Si el Señor no nos hace de nuevo con la fuerza de su Espíritu, no seremos más que “campanas que resuenan”, pero no “ecos” auténticos del Amor que todo lo transforma y redime. 
¡Señor, haznos irreprochables, ante Ti y por Ti! ¡Todo lo demás nos sobra!
El Señor te bendiga, feliz domingo.
P. Samuel
(Si quieres acercarte a las lecturas de este domingo, pincha aquí: Domingo XV. )

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