“¡Recibid el Espíritu Santo!”

“¡Recibid el Espíritu Santo!”

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

(Jn 20, 19-23)

¡Feliz Pentecostés! 


Si hemos de celebrar el natalicio de la Iglesia, hoy es ese día. Una Iglesia que es constituida bajo la acción del Espíritu recibido y que, sólo en virtud de esta acción, vive de caras a la gloria de Dios. Cada día más conscientes de nuestras limitaciones y fragilidades, vamos caminando en la certeza de que no somos nosotros, sino Dios en nosotros, quien nos lanza al mundo insistiéndonos en ser testigos. El miedo nos junta para sobrevivir, pero el Espíritu nos une para vivir en plenitud la pasión por el Reino de la justicia y la paz. 


En un mundo aún habitado por la confusión, la desconfianza y el sinsentido, necesitamos ser tocados, transformados, renovados con la fuerza poderosa de Dios. Hay situaciones que solamente son reversibles o posibles en cuanto reconocemos el don de Dios que habita en nuestras vidas y las convierte desde dentro, a veces a fuego lento, otras veces con mayor ímpetu y arrebato. Necesitamos del Espíritu para que actúe en nuestra debilidad y desde ella. Ya no es el tiempo de las prepotencias ni los juicios condenatorios que infringen castigo o desprecio. 


Hoy es tiempo de misericordia, y siempre lo ha sido; tiempo para dejarnos afectar por un Dios que está locamente enamorado de ti y que llama a tu puerta, como un mendigo que -sin necesitarte para ser Dios-, cuenta contigo y cree en ti. Hoy es tiempo para escuchar sus susurros sin miedo a desinstalarnos de nuestras seguridades y egos. Tiempo para dejar que Dios sea Dios en esta realidad que nos rodea, para iluminar tanta oscuridad, para orientar tanto sinsentido, para plenificar la existencia ante tanto vacío, para generar nueva vida en lo que ya caducó. 


Hoy es la fiesta de la Iglesia, por eso es tu fiesta y la mía. Sellados por el Espíritu, hoy el Señor nos lanza a la misión de transformarlo todo con la fuerza de su Amor, comenzando por nosotros mismos. Hoy el Espíritu Santo quiere habitarte de nuevo, ofrecerse como Don de dones, para que realices con alegría lo que estás llamado a realizar en Él, para ser lo que Dios te ha llamado ser. ¿Qué le dices? ¿Cómo le respondes?…


El Espíritu Consolador traiga la paz honda a tu corazón, haga reverdecer en ti lo que creías perdido, haga brillar su luz en tus oscuridades y sane todo lo que en ti pueda haber de enfermedad. No es mago ni bombero; es el Dios creativo que respeta los límites de la historia y, desde esa historia, querrá morar en ti, si tú así lo dejas entrar. Y con Él a nuestro lado, ¿qué hemos de temer?

Feliz domingo de Pentecostés, y aprovecho para pedir disculpas por mi ausencia el domingo pasado. ¡A veces la vida no nos da para más! 


Fuerte abrazo en la paz del Señor. 


P. Samuel 

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