¡Ser para los demás!

¡Ser para los demás!

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.»

(Jn 16, 12-15)

Hoy celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad, ese misterio que nos sobrepasa y que nos resulta imposible comprender con nuestra lógica limitada. Quizás hoy, más que el buscar entender con el intelecto, hemos de contemplar con el corazón la realidad de un Dios volcado completamente en el Amor, hasta vaciarse, hasta la donación más radical y absoluta. El Padre en el Hijo, y el Hijo en el Espíritu. Un Dios que es Comunión de Amor, proexistencia inagotable y perenne. Y de Él nos alcanza en la Revelación un atisbo de su Misterio, manifestado a borbotones en el Misterio Pascual de Cristo Redentor. 


De este Dios Trinidad Jesús nos revela una relación intimísima y fecunda, y nos invita a participar en ella. Entra en el misterio del hombre para que nosotros entremos en su Misterio Divino. ¡Suena todo tan “abstracto” pero en realidad es tan concreto…! Somos amados y llamados desde siempre para amar y participar de ese Amor siendo sus reflejos, dejando transparentar en nosotros una chispa de ese Amor misericordioso. Y Jesús en su vida, gestos y palabras nos lo muestra y habla de esta intimidad de los Tres. Intimidad que invita a salir de sí, a vivir para el otro, a entrar radicalmente en el misterio que es el otro, a pies descalzos y como en tierra sagrada. La consecuencia inmediata de contemplar el Amor de Dios lo tenemos en el amor a los demás, a quienes tenemos más cerca, para que seamos uno, como ellos son Uno. 


Quizás hoy, contemplando este Misterio tan hondo, sea necesario hacerte algunas preguntas a ti mismo, a ti misma. Preguntas que podrían ser claves de discernimiento sobre cómo vas haciendo realidad ese Misterio Trinitario en tu vida concreta y particular: 

Con mis palabras, ¿hablo siempre bien de los demás y valoro su presencia, o me puede la autorreferencialidad y una continua “vuelta a mí mismo” como al centro del universo? En mis detalles y gestos, ¿pienso en los demás antes que en mí mismo, o yo soy mi prioridad en todo? En mis relaciones personales, ¿busco siempre tener la razón y dominarlo todo a mi antojo, o soy capaz de ceder, escuchar, acoger y acompañar -a veces incluso desde el silencio y la discreción-?¿Es más lo que me separa de los demás que lo que me une a ellos? ¿Soy yo mi único parámetro de “verdad” y mis argumentos mi único criterio de validación de las cosas, o me muestro abierto a acoger lo distinto, aceptar las diferencias y amar por encima de todo? … 


Son preguntas que pocas veces nos hacemos, pero que sin duda podrían ayudarnos a calibrar hasta qué punto estamos siendo nosotros “seres para los demás”, y, por tanto, reflejos de la Trinidad. Que hoy puedas dejarte afectar por ese Dios que te ama sin reservas, y puedas reconocer sus detalles de compasión, ternura y misericordia para contigo y con quienes te rodean. Seguramente descubrirás a un Dios que jamás te ha dejado de amar, y que te provoca a hacer lo mismo con quienes están a tu lado. ¿Te animas? 


Feliz Domingo de la Santísima Trinidad. 


P. Samuel 

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