El Pan que da la Vida

El Pan que da la Vida

«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed»

(Jn 6, 35)

Estas afirmaciones de Jesús nos acompañarán durante varias semanas dentro de la liturgia dominical. Se trata de afirmaciones que son, a su vez, una invitación. Jesús habla a la gente justamente luego de ser ellos testigos del milagro de la multiplicación de los panes, y después de haber sido saciados con este maravilloso gesto. 


En esta ocasión, Jesús no multiplica el pan y lo reparte, ahora se identifica a sí mismo como el Pan de Vida, único capaz de dar vida, de darnos la Vida, y vida que permanece hasta la eternidad. Su presencia es capaz de saciar toda tu hambre y de colmar toda tu sed de plenitud y de amor. A nuestra necesidad total de infinitud, el Dios-Hombre es la respuesta de total saciedad desde ahora y hasta siempre. Suena muy atrevido y loco, ¿no es cierto? ¡Difícil de comprender también hoy! Todo va de tener fe, una fe que es la confianza de un niño en brazos de su madre, una fe que es entrega de sí. Ese es nuestro 1%; el resto no es nuestro sino obra de Dios. 


Aunque nos cueste comprenderlo en su totalidad, hay realidades humanas que sólo pueden ser iluminadas bajo la luz de la fe, con esa luz interior que surge de un deseo muy profundo que supera cualquier emoción, cualquier sentimiento, cualquier afecto. Es un hondo deseo de eternidad que hoy se acorta y empobrece salvajemente con nuestro afán de inmediatez y con nuestra tendencia a tomar todo el control de la existencia. 
Si, al contrario, vamos comprendiendo cada día que la existencia recobra verdadero sabor saliendo de sí mismos, y poniendo lo que somos en las manos de Otro que es la Fuente de la vida, seguramente recobraríamos la esperanza perdida, las fuerzas gastadas y el corazón vacío de sentido. 


Es hora de acercarte y dejarte encontrar por el Señor de la Vida, hecho Pan por amor incondicional, el único que se mantiene Fiel a sus promesas. “Este es el pan de vida: y el que come la vida no puede morir. Pues ¿cómo puede morir quien se alimenta de la vida?¿Cómo va a desfallecer quien posee en sí mismo una sustancia vital? Acercaos a él y saciaos, pues es pan; acercaos a él y bebed, pues es la fuente; acercaos a él y quedaréis radiantes, pues es luz; acercaos a él y seréis liberados, pues donde hay el Espíritu del Señor, hay libertad; acercaos a él y seréis absueltos, pues es el perdón de los pecados. ¿Me preguntáis quién es éste? Oídselo a él mismo, que dice: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed. Le habéis oído, le habéis visto y no habéis creído en él: por eso estáis muertos; creed al menos ahora, para que podáis vivir. Del cuerpo de Dios brotó para mí una fuente eterna; Cristo bebió mis amarguras para darme la suavidad de su gracia”. Que como San Ambrosio podamos vivir desde esta certeza tan profunda de fe, de esperanza y de amor. 


Es domingo, bien vale acercarte a la Eucaristía, y ver con tus propios ojos del corazón el milagro que hoy Dios tiene reservado para ti. ¡Yo, en tu lugar, no me lo pierdo!


P. Samuel 

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